domingo, 26 de diciembre de 2010

MITOS POPULARES De boca en boca


1. Martina Chapanay.
Su historia es una complicada mezcla de realidad y ficción. Si bien el personaje existió, no está probado que los hechos que se le atribuyen hayan sucedido. Al menos no hay registro histórico de ellos. La leyenda indica que esta mujer, mitad india y mitad blanca, hacía lo mismo que Robin Hood -robaba a lo ricos para favorecer a los pobres- pero en esta parte del mundo. Martina era hija del indio Juan Chapanay y de una cautiva blanca. Desde muy joven se unió a un hombre de mala fama, cuatrero y ladino, con quien comenzó a delinquir. Luego de años de troperías juntos, ella se arrepintió y lo abandonó. Llena de culpa por el mal que habían provocado durante tanto tiempo, Martina arremete con sus andanzas, pero esta vez con un cambio de fondo: Reparte entre los desvalidos los botines que consigue.

2. La india Mariana.
La leyenda dice que hace siglos, cuando San Juan no era más que un polvoriento caserío, había una india llamada Mariana que tenía una rara ocupación: Bajo un algarrobo y siempre acompañada de un perro, la mujer vendía "piedritas brillantes", como le decía ella. Eran pepitas de oro y pronto despertaron la avaricia de los españoles. Estos le preguntaban a Mariana de dónde sacaba ese tesoro y la india, pitando un cigarro que nunca abandonaba, sólo les reveló que lo obtenía de un pocito ubicado en algún lugar camino a Mendoza. Los europeos decidieron seguir a la india para localizar el hueco de donde extraía el tesoro y una noche partieron tras ella. Luego de varias horas de camino creyeron ver en la oscuridad una brasa, que identificaron como el cigarro de Mariana. Se lanzaron sobre ella, pero su sorpresa fue infinita: Un enorme perro negro con ojos de fuego se levantó del piso. Era el mismo que acompañaba a la india, pero transformado de tal manera que parecía de otro mundo. Lo que vieron no era el cigarrillo, eran los ojos del can. La risa burlona de la india se escuchaba por todos lados, pero los hombres no la veían. Al día siguiente hubo un gran terremoto y nunca mas se supo de Mariana. Desde entonces a esos territorios al sur de la ciudad se los conoce como Pocito y de ahí tomó el nombre el actual departamento que limita con Rawson.

3. Aguas curativas.
Las termas de La Laja, en Albardón, no son producto de la naturaleza. Son un homenaje de los dioses huarpes a un tumultuoso amor. Al menos eso cuentan en los pagos del moscatel cuando cualquier visitante pregunta por los poderes curativos de las termas que nacen en los cerros de La Laja. Tahué, hija de un cacique huarpe de la zona, se enamoró de Yehué, un muchacho que formaba parte de su tribu. Todo marchaba bien hasta que llegó el hijo de otro cacique. La muchacha se sintió atraída por el y sentía que su corazón estaba repartido entre los dos. Tahué quiso hablar con el nuevo y fueron a los cerros. Yehué los siguió y, cegado por los celos, esperó el momento oportuno para matarlos con un cuchillo. Luego él mismo se quitó la vida. Los dioses huarpes, conmovidos por el amor y la tragedia que el romance había desatado hicieron brotar, en honor a los amantes, tres manantiales cristalinos y curativos. Ellos estaban seguros que esas aguas servirían para curar todos los males del hombre y era una forma de hacer renacer el amor de la tragedia.

4. El gendarme y el puma.
Dice la leyenda que aun se los puede ver juntos, custodiando la zona y jugando abajo de los retamos. Claro, no son ellos, que murieron hace años, sino sus fantasmas. Al gendarme y al puma los mataron. Hacían una dupla de vigilantes tan efectiva que los cazadores furtivos que merodeaban por El Palque, la localidad calingastina que custodiaba el uniformado, los eliminaron para poder seguir con sus fechorías. Dicen que les hicieron una emboscada y que los mataron a tiros. Ahí finalizó la historia, que había comenzado también a los tiros, cuando el gendarme adoptó al felino de cachorro. Una noche había aparecido cerca de su puesto una puma hembra muy hambrienta y feroz. El la mató porque al parecer quiso atacar para defender a su cachorro, que el gendarme no había visto. Luego de matar a la puma, el cachorro salió de su escondite. El uniformado se conmovió tanto que decidió cuidarlo y criarlo. Ahí arrancó la historia del famoso y efectivo dúo de vigilantes. La gente que aun los ve caminar por los cerros dice que eran tan felices juntos que tal vez nunca se enteraron que los mataron y por esos sus almas aun andan por la zona.

5. Termas de Pismanta.
Hay una leyenda que explica el origen de estas aguas termales. Y dice lo siguiente. El cacique huarpe Pismanta no aceptaba la conquista española. Justamente por eso se encontraba tan triste por esos días. Es que mucho más al sur de sus dominios otro jefe huarpe había cedido al poder invasor: El cacique Angaco se había unido a los españoles. Pismanta veía que el hombre blanco avanzaba sin pausa sobre las tierras que siempre les habían pertenecido por eso, para no ser avasallado, se internó aun más en sus dominios con su familia y se encerró en una cueva de Angualasto. La leyenda asegura que se encerró a esperar la muerte. Poco después se escucho un estruendo increíble cerca de ese lugar. Cuando los pobladores se acercaron a ver qué había sucedido no encontraron más que rocas en el lugar. No había cuerpos, ni restos de alguna explosión. Nada. Solo una grieta de la cual manaba un hilo de agua muy caliente del cual se comenzaron a formar las termas. Termas tan caliente como el reclamo del cacique Pismanta.

6. Cerro Pie de Palo.
Según el mito, esa montaña es mucho más joven de lo que debería ser según la datación geológica. La explicación: Dicen que en donde hoy está el Pie de Palo vivía un indio muy alto y robusto, que además era muy noble con su tribu. Ese indio había quedado cojo luego de atrapar a un puma que molestaba por la zona. El animal le había mordido la pie y los curanderos de la tribu no tuvieron más remedio que cortárselo por arriba del tobillo. Le pusieron un pedazo de madera para que pudiera caminar y desde entonces al hombre le empezaron a decir Pie de Palo. Eso no menguó el respeto que todos sentían por el, ni su condición de líder. Cuando los comendadores españoles llegaron para someter a su pueblo se dieron cuenta de que, para dominar a la tribu, era fundamental atrapar primero al Pie de Palo. El comenzó a huir para salvar a su pueblo. Corrió todo lo que pudo y se internó en el campo. Pero la herida del pie se abrió y comenzó a infectarse. Exhausto y muy adolorido se tiró a dormir y murió. El dios huarpe, viendo el sufrimiento del hombre para salvar a su pueblo, lo transformó en el cerro que hoy está a la vista de todos para que siempre estuviera en su tierra y velara por los suyos.

7. María Musha.
Dicen que era un personaje misterioso y perverso que habitaba la zona de Niquivil en la década del '40. Acechaba a los niños, que eran los únicos que podían verla o escucharla. Ella lo único que decía era su nombre. La historia mas fuerte es la de un huérfano de 10 años que fue a parar a una finca llamada El Durazno. Lo crió la familia Iribarren. El niño cada tanto se perdía y lo encontraban en los cerros, solo y llorando. Decía que María Musha se lo había llevado. Paso varias veces. Al niño se lo llevaron a Niquivil, a la casa de Sara Penice. Pero allí tampoco zafó. Lo encontraron atado con alambres y gritando. Llamaron a un comisario para ver si podía hacer algo, pero María Musha lo espantó. Paso lo mismo con un cura, a quien le apagaba las velas. Sólo cuando la familia Iribarren salió de El Durazno, el personaje dejó de asustar. Nunca más se supo de ella.

8. Oro en el cerro.
Un grupo de exploradores estaba tras las huellas de un tesoro escondido en el Pie de Palo. El dato y el mapa de como hallarlo, había sido aportado por un cura, a quien un amigo indígena le había confiado la existencia de una fuente de oro en la zona, un lugar donde las riquezas eran incalculables. La expedición avanzaba sin problemas pero cuando estaban a punto de llegar al lugar señalado escucharon lo que interpretaron como espeluznantes alaridos que no eran humanos. Además un temblor sacudió todo. Los animales se echaron al suelo y no los podían mover. Finalmente la expedición abandonó el lugar. Dicen que las pistas se borraron y que nadie mas pudo encontrar el oro.

9. El coquena.
Es una deidad diaguita que, en forma de ñandú protege a las vicuñas, llamas y guanacos.

10. La laguna de cobre.
Dicen que desde antes de la llegada los españoles la zona está maldita. El alma de un araucano, que cruzó la cordillera desde Chile para raptar a la hija de un cacique huarpe, ataca a quienes pasan por allí de noche. Todo se debe a una historia de hace siglos en los pagos de Cuesta de la Totora, cerca del río Cerrado. El araucano vino a buscar a su muchacho huarpe. El padre de esta no aprobaba la relación. Por eso él se la llevó. El jefe huarpe los mandó seguir y matar al hombre que mancillaba el honor de su hija. Estaban al borde de la laguna cuando los alcanzaron. Una flecha hirió al araucano. Los huarpes no sabían nadar, pero la muchacha igual entró al agua. Su amado, que ya había ya había sido apresado, gritaba que lo soltaran para salvar a la chica, que había comenzado a ahogarse. Lo ajusticiaron sin darle esa posibilidad. El murió llorando por su amada ahogada.

11. El alma mula o mulánima.
Suelen verla en los cerros. Se trata de una mula de pelaje azabache brillante y ojos que despiden fulgores verdosos. Es difícil de apreciar. Cuando alguien intenta acercársele su imagen se desvanece y aparece en otro lugar. Dicen que es el alma de una mujer hermosa a quien el diablo convirtió en mula por haber tenido amores incestuosos. Quienes la espían están condenados a muerte. La única manera de salvarlos es hacerles dos tajos en forma de cruz con una daga en la frente o en una oreja.

12. El caballero errante.
Una calingastina que cruzaba la cordillera hacia Chile en 1920 fue la primera en verlo: Un hombre de buen porte pero como extraviado anda sin rumbo por la cordillera. Muchos aseguran haberlo visto luego. Dicen que es el alma de un hacendado muy ambicioso que, en vida, cometió muchas faltas y que esta condenado a vagar por los cerros hasta que cumpla su condena.

13. El miquilo.
Se trata de un enano con manos de niño que se lleva a los pequeños que molestan en los parrales y los cultivos a la hora de la siesta. Aquí se lo conoce mucho, aunque el mito es originario de La Rioja.

14. El tupay.
Se presenta como un caballero irresistible, montado en un corcel negro adornado con monedas de oro, que anda por los pueblos de todo cuyo conquistando a las muchachas de los pueblos pequeños. Pero en realidad es el tupay, una mezcla de hombre y chivo, que despide mucho olor a azufre. Aseguran que es muy amigo de las salamancas con quienes se junta a festejar en las cuevas el robo del alma de las personas.

15. Salamancas.
Son brujas que se convierten en pájaros negros al desprenderse de la cintura para arriba y que viven en las cuevas de las montañas. Si bien no es una leyenda netamente sanjuanina, porque le pertenece a todo el noroeste argentino, aquí está muy arraigada e indudablemente emparentada con la leyenda local de las brujas del Villicum.

16. Leyenda del corralito
. En la cordillera hay un ave oculta, cuyo canto parece decir "corral, corral". Dicen que es un pequeño pastor, que tenía un padre muy severo. Un día, cuando fue a pastorear, le dijo que si faltaba alguna de las cabras, no volviera. El niño fue y uno de los animales se extravió. Asustado por las amenazas del padre, la buscó gritándole "corral, corral", como solían arrear a los animales. Pero se le hizo la noche y extraviado, cayó en un peñascal y perdió la vida. Dicen que su alma aparece en ese pájaro, que grita corral, corral.

17. El pollerudo.
Aparece en la zona del Tontal. Le dicen pollerudo porque tiene una suerte de falda o sotana. Dicen que se trata de un cura que anda con una vela encendida en la mano y la cara blanca como pintada con cal.

18. El gritón.
Es un ente que anda en los cerros. Da un grito espantoso que no es de este mundo y los animales se asustan. Dicen que es el diablo o un alma en pena, que asusta por puro gusto a los que andan por ahí.

19. El Allicantu.
Es un pájaro muy llamativo que los mineros y pirquineros ven en la cordillera. Donde lo ven, allí van los hombres, porque dicen que come oro y por lo tanto, donde está su comedero, se puede encontrar algún tesoro.

20. El pantasma.
Dicen que es una figura alta y blanca que cuida los pictogramas y petroglifos de los indios en una zona conocida como Piedras Pintadas, entre Barreal y El Leoncito.


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