domingo, 1 de enero de 2017

Los orígenes del Chivo Expiatorio

Un chivo expiatorio, en el sentido tradicional, es una persona o animal que asume los pecados de los demás, o que injustamente es acusado de problemas ajenos. Este concepto se remonta a los tiempos antiguos, el término proviene de un ritual hebreo que fue detallado en el libro de Levítico en el Antiguo Testamento de la Biblia

Cada año, de forma simbólica un sacerdote transfería a una cabra los pecados del pueblo de Israel. Después, el animal era dejado en el desierto donde irremediablemente terminaba muerto. Según las viejas creencias, con este sacrificio se limpiaban los pecados del pueblo. Este ritual se hacía originalmente para apaciguar a Azazel, un ángel caído que se convirtió en un demonio en el desierto.

Sin embargo, el pueblo hebreo no era el único que practicaba los rituales de chivo expiatorio. En Atenas, dos hombres feos eran elegidos como chivos expiatorios durante Las Targelias, festividades que rendían culto a Apolo y Artemisa. Después de un suntuoso banquete, estos hombres eran llevados por las calles de la ciudad donde los golpeaban con ramas. Por último, los llevaban a los límites de la ciudad donde los expulsaban a pedradas. El ritual tenía como objetivo proteger a Atenas del mal.

La cultura maya de Centroamérica también hacía una ceremonia anual con un chivo expiatorio. Con el final de cada año, los pobladores mayas fabricaban una réplica de arcilla de un demonio llamado Uuayayab (“aquel por quien el año se envenena”). Ellos ponían esta replica frente a una imagen de la deidad responsable por gobernar el año próximo. Después, trasladaban la figura de arcilla de Uuayayab fuera de la villa para alejar el mal de los suyos.


En Filipinas e Indonesia esta figura de los chivos expiatorios viene en forma de barcos que se empleaban durante el brote de alguna enfermedad para intentar librar a las comunidades de sus efectos. Los habitantes de estas islas construían navíos pequeños que cargaban con alimentos. Después, simplemente los dejaban a la deriva en el mar, con la esperanza de que los espíritus malignos que llevaron la enfermedad navegaran muy lejos sobre ellos.

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