lunes, 6 de diciembre de 2010

Mundos Subterraneos


El mundo subterráneo: un mundo extraño y peligroso
¿Existe un mundo extraño debajo de nuestros pies?

- Extrañas leyendas han persistido durante siglos sobre cavernas misteriosas, así como los extraños seres que habitan en ellas. En este artículo resumimos un capítulo del libro "Subterranean worlds inside the Earth" (Mundos subterráneos dentro de la Tierra), escrito por Timothy Green Beckley y basado en las investigaciones de John J. Robinson.

LA CUEVA DE LIYOBAA

Tras la conquista de Sudamérica a manos de los conquistadores españoles, los clérigos católicos, quienes estaban intentando convertir los indígenas a la religión católica, descubrieron una entrada a una cueva, a la que llamaron "Infierno". Esta entrada ha estado desde entonces sellada por toneladas de enormes piedras.

El pueblo de Liyobaa (que significa "La Caverna de la Muerte") estaba situado en la provincia de Zapoteca, cerca del antiguo pueblo de Mictlan, o el "Pueblo del Inframundo". La Caverna de la Muerte estaba situada en la última sala de un templo de ocho salas. Este templo tenía cuatro habitaciones encima del suelo y otras cuatro importantes salas debajo de la superficie.

Los clérigos de la religión indígena llevaban a cabo ceremonias ordinarias para la gente de Theozapotlan en las habitaciones de arriba. Cuando bajaban a las salas inferiores era únicamente para las ceremonias sagradas y secretas.

La primera de las habitaciones subterráneas estaba reservada para cualquier sacrificio humano. Las paredes estaban repletas de imágenes de representaciones de sus varios "Dioses". Un altar de piedra, manchado de sangre, se encontraba en el centro de la sala y servía para los sacrificios humanos, cuyos corazones, todavía latientes, eran extraidos de los cuerpos aún en vida y ofrecidos a los labios de estatuas de piedra, para su supuesta alimentación.

Había una puerta en la primera sala que conducía a una segunda. Ésta era una cripta donde los cuerpos de los clérigos fallecidos reposaban. La siguiente puerta llevaba a una tercera habitación, en cuyas paredes se podían ver los cadáveres bien conservados de los "Reyes" de Theozapotlan. Cuando moría un rey, su cuerpo era llevado a esta sala e instalado con toda gloria. Al mismo tiempo, se producían muchos sacrificios para acompañar al fallecido rey.

Desde esta habitación, cementerio de reyes, se accedía a la cuarta y última sala subterránea. En ésta sólo había una enorme piedra, cubriendo una entrada. Los padres católicos que llegaron hasta este lugar dijeron que era una entrada al Hades; sin embargo, como podemos imaginar, era una entrada a una despensa... un tanto especial. Tras la gran piedra se dejaban los cuerpos de todos los sacrificios humanos, así como de los guerreros que morían en batalla. Los cuerpos de los combatientes eran transportados desde muy lejos para ser lanzados en esta cueva.

Muchas personas corrientes, cuando estaban debilitadas por una enfermedad incurable u oprimidas por un problema insoportable, lo cual les hacía desear la muerte, obtenían permiso para adentrarse en la cueva de los muertos, aun estando vivos. Creían que si hacían eso, serían los recipientes de una vida más allá muy especial. No es necesario decir que ninguno de ellos volvió para explicar sus experiencias.

Los clérigos católicos, con el objetivo de convertir a los creyentes en este "mito" a la religión de Cristo, decidieron entrar a la cueva acompañados por muchas personas que llevaban antorchas, así como una cuerda muy larga que ataron a la piedra de la entrada. También tomaron la precaución de dejar unos guardias bien armados en la entrada, para asegurarse que nadie colocaría de nuevo la puerta de piedra.

Tras encender las antorchas y entrar en la cueva, descubrieron que tenían que descender a través de unos grandes escalones. Al final de los escalones, había un pasadizo muy ancho, con pavimiento de piedra y unos contrafuertes del mismo material en ambos lados. El pasadizo conducía directamente desde los escalones hasta las distantes entrañas de la tierra. Los huesos de los cadáveres más recientes quedaron atrás, mientras el pasadizo parecía no tener fin. En ambos lados del camino, pudieron ver una gran área que era un enorme laberinto de pilares de piedra que parecían sostener las montañas que tenían sobre sus cabezas. Según avanzaban, un aire frío y pútrido atacó sus fosas nasales, algunas serpientes huyeron de la luz, escondiéndose en las sombras de los pilares.

Continuaron hacia las profundidades a una distancia de unos 40 metros cuando, de repente, un viento muy frío empezó a soplar sobre ellos. Intentaron continuar, aunque muchas antorchas se apagaron rápidamente. Sin embargo, emprendieron la huida cuando todo se volvió completamente oscuro, no sólo por el peligro de las serpientes, sino también por los extraños sonidos que no podían localizar, pero que no eran producidos por los miembros de la expedición. Usando la cuerda y la luz de la antorcha de uno de los guardias de la entrada, lejos del fuerte viento, el grupo abandonó rápidamente este terrorífico lugar.

Cuando todos hubieron salido de la cueva, colocaron sin demora la gran pierda, tapando la entrada a la antecámara del "Infierno". Tras esto, se ordenó que rellenaran todas las salas subterráneas y que sellaran y borraran toda señal de las escaleras que conducían a ellas.

Los túneles de Sudamérica

Los antiguos habitantes de Sudamérica y Centroamérica no negaron la existencia de cuevas, cámaras o túneles subterráneos. Esto es lo que podemos descubrir al examinar las creencias religiosas de antiguas civilizaciones.

Los Aztecas de México tenían un Dios oscuro y muy temido, Tlaxico, el cual estaba a las órdenes de Mictlan, el Dios de la muerte. Los Mayas de Yucatán creían en la existencia de mundos subterráneos, a los que llamaban "Mitlan" y eran lugares muy fríos, como la mayoría de cuevas y túneles. (Si quieres comprobarlo, visita una cueva grande en ropa de verano y verás el frío que tendrás...). Estos mundos subterráneos estaban a las órdenes de Ah Puch, el Señor de la Muerte. También podemos encontrar referencias al mundo subterráneo en la escrituras sagradas de los Mayas, las "Popol Vuh", así como en el "Libro de Chilam de Chumayel". Incluso algunos de los códices parecen referirse a esos mundos.

En Perú y Chile, cuando estaban controlados por los Incas, también encontramos indicios de conocimiento del mundo subterráneo. Supai, el Dios de la muerte, tenía una morada subterránea, un "Lugar de Oscuridad" muy temido. Pachacamce, el Dios de la tierra, provocaba retumbos en lugares subterráneos donde enormes pierdas caían horas después de que el Dios agitase la tierra con violencia.

Una leyenda del primer Inca, Manco Capac, relata que él y sus seguidores, los fundadores del pueblo Inca, llegaron desde unas cuevas subterráneas, mientras que la gente reverenciaba las serpientes a causa de Urcaguay, el Dios de los tesoros subterráneos. Este Dios era representado como una gran serpiente cuya cola tenía un pendiente colgando de ella, la cabeza de un ciervo y muchas pequeñas cadenas de oro. Incluso el libro "Comentarios Reales de los Incas" de Garcilaso de la Vega apunta a la existencia de mundos subterráneos.

Nos han llegado referencias de los túneles gracias a la información que obtuvieron los conquistadores de América. Consiguieron, de una fuente desconocida, enterarse de que la riqueza de los Incas estaba almacenada en un enorme túnel gigantesco. Pizarro intentó sonsacar información al prisionero inca Atahuelpha para obtener su riqueza, que se rumoreaba que estaba escondida en un túnel subterráneo que se introducía muchos kilómetros por debajo de la superficie. El inca, sin embargo, nunca reveló dónde se encontraba la entrada. A causa de esto, los incas sellaron las entradas a los túneles y las ocultaron tan bien que todavía no han sido encontradas.

Al parecer, algunos indios Quincha, descendientes directos de aquellos que ocultaron las entradas, conocen en la actualidad la situación de éstas. Según se rumorea en Perú, son los guardianes de los túneles.

Harold T. Wilkins, autor de "Misterios de la antigua Sudamérica", hizo investigaciones sobre los túneles y concluyó lo siguiente: dos caminos subterráneos parten de Lima, Perú. Uno de estos túneles llega hasta Cusco, a casi 650 km hacia el este. El otro se dirige hacia el sur, superando los 1.400 km y llegando hasta el Salar de Atacama, un gran desierto de sal situado en Chile.




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