La vida de J. Sidis está llena de altibajos e incertidumbres, muy común en las personas que han sido dotadas de una prodigiosa inteligencia, y desde la cuna ya demostraba tener una sorprendente capacidad que lo convertiría en un niño superdotado.
A pesar de poseer esa capacidad de aprendizaje, haber cursado a lo largo de su vida siete carreras universitarias y hablar a la perfección cerca de 40 idiomas, los 15 libros escritos y 40 artículos publicados no sirvieron para dejar un importante legado que lo hiciese pasar a la posteridad como una de las mentes más privilegiadas.
El empeño de sus progenitores en criar un hijo con una mente privilegiada ayudó a conseguir el efecto contrario, convirtiendo a William en un joven que, a pesar de sacarse títulos universitarios con una facilidad espantosa, se sintió frustrado y sin encontrar su sitio en el mundo.
Pero William tenía otras inquietudes que estaban muy por encima de los estudios, y su descubrimiento del socialismo lo llevaron a intervenir en manifestaciones callejeras en la ciudad de Nueva York, siendo arrestado y aconsejado su internamiento en una institución especial.
Su conflictiva adolescencia lo llevó a ser recluido durante más de un año bajo la supervisión de su padre, Boris Sidis, un excéntrico psicoanalista de origen ruso que intentó por todos los medios crear un superdotado que pasase a la posteridad como el ser humano más inteligente de la historia.
Tras el periodo de aislamiento en California, a su vuelta a la costa este decidió romper con todo aquello que había interferido en su vida, por lo que se alejó de sus padres, de los que no quiso saber nada más, de la prensa que había publicado multitud de artículos sobre su don, pero que también fue un azote para él durante el caso de la detención y, sobre todo, con el plan de estudios y formación que le habían marcado desde pequeño.
Se alejó de las matemáticas y comenzó a matricularse en aquello que más le llamaba la atención, dejando más de una carrera sin terminar, debido al aburrimiento que le causaba.
Para subsistir se empleó en trabajos de poca categoría y que estaban muy por debajo de su capacidad intelectual, y en los años posteriores no destacó en ninguna disciplina, debido a que todo lo que empezaba lo dejaba inacabado.
En 1944, a la edad de 46 años, falleció solo en su apartamento debido a un derrame cerebral, y ahí acabó la vida de uno de esos personajes que podrían haber llegado muy alto, pero al que no se le trató o educó acorde con su capacidad e inteligencia.
Alguien que con tan solo seis meses de vida ya había sido capaz de articular sus primeras palabras, con ocho meses comer por sí solo, con un año y medio leer el periódico The New York Times. Un niño que llegó a dominar el inglés, francés, ruso, alemán, armenio, latín, griego, hebreo y turco a la perfección, y con ocho años a inventar su propio idioma: el vendergood.
A pesar de que las primeras pruebas del test de CI se comenzaron a realizar en 1912, William James Sidis jamás realizó ninguno, pero los expertos estiman que podría superar los 250, lo que lo convertiría el ser humano más inteligente de la historia.
En la actualidad el destacado honor de ser la persona con el cociente intelectual más alto del mundo le corresponde a la norteamericana Marilyn Vos Savant con 228.
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