jueves, 19 de febrero de 2015

El avión que se derribó a si mismo


El F-11 Tiger es el avión con el más interesante de los récords o privilegios, haber sido el primero en ser derribado por el propio fuego de sus cañones. Y no me refiero a un compañero efectuando "fuego amigo", no, hablo de sus propios cañones, sus propias municiones dándole a él.

Está claro que un misil dirigido por calor podría, en un caso algo extraño, pegarte a vos mismo, no los modernos pero supongamos uno medio viejito sin detección de aviones amigos y medio mal hecho o simplemente uno defectuoso que al salir disparado explote o algo así. Pero aquí hablamos de un disparo, como el de cualquier arma de fuego, que como bien sabemos no tiene más dirección que hacia donde se le apunta. Pues bien, el F-11 está por encima de eso.

Para 1952 la Grumman había aprendido la "regla del área" (ya escribiré algún día sobre esto) y querían adaptar el F9F Cougar en algo supersónico, la regla del área básicamente explicaba cómo cuernos hacer para que un avión pudiese volar supersónicamente sin ser un ladrillo contra el muro de aire.

El F-11 tenía poco de aquel F9F viejito pero con Mach 1.1 como velocidad máxima había logrado el objetivo y recibió los flamantes AIM-9 Sidewinder como armamento principal para acompañar a los cuatro cañones Colt Mk12 de 20mm.

El 21 de Septiembre de 1956 el piloto de pruebas experimentado Thomas W. Attridge estaba probando uno sobre el Atlántico, parte de su trabajo era probar las armas así que realizó disparos con los cañones al aire a unos 13.000 pies.

Siguió descendiendo, encendió el postquemador y a los 7.000 pies realizó otra ráfaga para vaciar sus cargadores, el F-11 llevaba apenas 125 municiones por arma.

Pero luego de realizar esto el Tiger se sacudió fuertemente, parte del parabrisas de la cabina reventó.

Attridge pensó en ese momento que había impactado un ave, algo muy probable sobre el océano y en la costa donde testeaba el avión, desaceleró y viró hacia la base.




Avisó a la torre que había algunos daños, además del parabrisas podía notar algunos golpes o perforaciones en la toma de aire derecha pero un problema notorio era que no podía acelerar a más del 78% de la potencia del motor, algo estaba mal.

El avión empezó a descender y perder velocidad, no iba a poder llegar a la base con la baja altitud que tenía, a pocos metros de la pista el motor se apagó completamente y Attridge subió el tren de aterrizaje para tratar de lograr uno forzoso, demasiado riesgoso pero ya estaba tocando los árboles con la panza de su avión.

Perdió el ala derecha y se desparramó por cien metros de terreno destrozando todo el avión, éste se incendió y algunas munciones que quedaban empezaron a explotar, Attridge logró salir con una pierna rota, tres vértebras en mal estado y muchos golpes.

La suerte de Thomas era extraña, había logrado sobrevivir a su propio derribo provocado por sus propios disparos, una locura y una improbabilidad matemática notable, no había impactado ningún pájaro, en cambio en su motor se encontraron varias balas de 20mm de su propio cañón. La mayor suerte para el piloto fue que no estaba utilizando municiones explosivas como las que se utilizan en combate, si así hubiese sido nada habría sobrevivido de él.

La investigación posterior contó cómo Attridge al disparar primero y entrar en picada después le ganó a las balas de 20mm que a esa distancia habían perdido energía y velocidad por la resistencia del aire, peor, habían comenzado a caer en una natural parábola que vino a coincidir con el pobre F-11 en la misma trayectoria.

Si Attridge hubiese cambiado el rumbo tan sólo un grado jamás se habría encontrado con las municiones, un poco más lento o un poco más rápido y tampoco.

Y como era de esperar esta historia se repitió, como dije más arriba, por un misil, uno bastante moderno por cierto, cuando en 1973 un AIM-7E Sparrow le dio a su propio F-14 del cual piloto y navegante tuvieron que eyectarse para sobrevivir. El misil había salido mal ante el disparo, en vez de caer y encenderse lo hizo pegado al avión y dañó el tanque de combustible del ala.



Casi no lo logran y por suerte era un misil vacío, sin cabeza explosiva, pero el avión perdió el control con giros a más de 10G que casi le impiden eyectarse a los tripulantes, pueden leer la historia contada por el mismísimo piloto, Pete Purvis, aquí.

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