jueves, 20 de febrero de 2020

La Espada de Goujian, encontrada en 1966, no se oxidó ni perdió el filo en 2.500 años

Entre 1965 y 1966, durante una cata arqueológica en los alrededores de la capital del antiguo reino chino de Chu, se descubrieron y excavaron medio centenar de enterramientos acompañados de ajuares funerarios.


Entre los miles de objetos recuperados figuraba una insólita espada de bronce, que, gracias a estar guardada en una funda de madera, presentaba un excelente estado de conservación, apenas afectada por el agua que inundaba la tumba.


El arma, expuesta hoy en el Museo Provincial de Hubei, es magnífica, con ricas incrustaciones e inscripciones en la hoja que permiten identificar a su dueño y, consiguientemente, darle nombre: la Espada de Goujian. Goujian fue el soberano de Yue, un reino de la zona sudoeste de la actual China, extendida en torno a la zona baja del río Yangtsé. Vivió a finales del penúltimo período de la Edad Antigua china, el que se conoce como de las Primaveras y Otoños (722-481 a.C.), y accedió al trono al suceder a su padre, Yunchuang, en el 496 a.C.


Casi inmediatamente se vio envuelto en una guerra con el vecino estado de Chu, entonces llamado Jing o Jingchú, que se extendía por el sur y centro interiores con capital en Ying, en lo que hoy son las provincias de Hubei y Hunan. La razón del conflicto, cuentan las crónicas, estuvo en el asilo que Yunchang concedió a una princesa de Yue que, casada con un príncipe de Wu, decidió huir y regresar a su país. La historia recuerda un poco la de Helena de Troya, al fin y al cabo una forma legendaria muy común para explicar los orígenes inciertos de contiendas largas.

El caso es que Chu era un estado fuertemente militarista que había ido ensanchando sus fronteras a costa de los reinos de su entorno; de hecho, uno de sus gobernantes, el rey Zhuang, está incluido en las listas de lo que se conoce como uno de los Cinco Hegemónicos, es decir, los mandatarios chinos más fuertes de su época. El problema estaba en que Goujian también formaría parte de esa relación, así que el choque era inevitable tarde o temprano. El primer desencuentro fue cuando Fuchai, último rey de Wu, (un estado situado al norte de Yue), inició una campaña contra el recién entronizado Goujian para vengar a su padre Helu, fallecido durante un intento de conquista de Yue. Fuchai salio victorioso e incluso tuvo prisionero a su adversario durante tres años, al término de los cuales lo dejó libre para restablecer el statu quo, convencido de que ya no suponía un peligro.


Se equivocaba. Goujian dedicó una década a reconstruir su reino con la ayuda de importantes ministros como Wen Zhong, que había sido el regente de facto en ausencia de su señor, o Fan Li, quien había permanecido junto al monarca en su cautiverio y a la vuelta impulsó una serie de reformas que enriquecieron al país y a él mismo (y, por cierto, se casó con Xi Shi, considerada una de las mujeres más bellas de la historia de China).

Con Yue transformado en una potencia económica y militar, Goujian consideró llegado el momento de tomarse la revancha y se enzarzó con Wu en una guerra discontinua que al final terminó ganando, anexionándose el territorio enemigo; el príncipe heredero, You, murió en combate y su padre Fuchai, que había descuidado el gobierno para llevar una vida disipada, se suicidó. Dado que Wu también estaba en conflicto con Chu, éste quedó de pronto liberado de un frente y pudo centrar sus esfuerzos en expandirse a costa de los territorios de su vecino del norte, Chen.

Todas esas luchas determinaban el inicio de una nueva etapa en la evolución histórica china, la de los Reinos Combatientes (481-212 a.C.) El ejército de Yue era temible y a menudo ganaba sus batallas recurriendo a la presión psicológica, pues, cuenta la tradición, ponía en primera línea a los reos de pena capital para que, a cambio de la promesa de cuidar a sus familias, se degollasen a sí mismos horrorizando al enemigo (otra versión dice que la traducción correcta no hablaría de presos condenados a muerte sino de soldados dispuestos a morir)

Asimismo, disponía de algo tan poco habitual entonces como una flota de guerra y alcanzó fama la calidad de las armas que fabricaba. Pero todo tiene un final y ese rey falleció en el año 465 a.C. Sus sucesores pudieron mantener el nivel durante seis generaciones pero, en el 306 a.C., Chu terminó invadiendo Yue con la ayuda de Qi y se lo repartieron.


Probablemente fue así cómo la Espada de Goujian apareció en Jiangling, Hubei, zona perteneciente a Chu hace dos milenios y medio. Concretamente, en el llamado Sitio 1 de Wangshan, a siete kilómetros de lo que antaño era Ying, la capital de Chu, hoy rebautizada Jinancheng. Formaba parte del ajuar de una de las cincuenta tumbas excavadas entre 1965 y 1966, junto a un ataúd con un esqueleto que, sin embargo, no era el de Goujian. Se la llamó así porque en la hoja tiene una inscripción en dos columnas con ocho caracteres de un tipo de escritura de sello conocida como Pájaro-Gusano, una evolución de la de huesos oraculares, que se hizo popular en los reinos meridionales a finales del período de las Primaveras y Otoños, alcanzando su esplendor en el siguiente para después dar paso a la de sello pequeño.

La escritura Pájaro-Gusano se llama así por lo intrincado de sus trazos. Suele encontrarse en objetos, más que en documentos: armas, calderos, azulejos… Un ejemplo muy oportuno de citar podría ser la Lanza de Fuchai, que también se encontró en Jiangling pero más tarde, en 1983; en su hoja se aprecia la leyenda «El rey Fuchai de Wu hizo esta lanza para su uso personal». Es prácticamente la misma que se puede leer en la espada, sólo que cambiando el arma y el propietario: «El rey de Yue hizo esta espada para su uso personal». Falta el nombre exacto pero es que inicialmente no se pudieron identificar dos de los seis caracteres, algo que originó un intenso debate entre arqueólogos, historiadores y lingüistas hasta que finalmente se aceptó que era Goujian.

El arma, catalogada dentro del modelo llamado Jian, típico de los períodos cronológicos referidos, es relativamente corta comparada con la longitud que otras similares suelen tener: mide 55,6 centímetros, de los que 8,4 corresponden a la empuñadura, que está forrada de seda y en las guardas presenta incrustado esmalte azul (anverso) y turquesas (reverso). Pesa 875 gramos y la hoja, que es de doble filo, es un poco más ancha en su base que en el resto, alcanzando ahí los 4,6 centímetros. Es ahí precisamente donde, sobre un fondo de motivos decorativos romboides, se sitúa la citada inscripción.

Además, para equilibrar su peso, cuenta con un pomo formado por 11 discos concéntricos, presentando en conjunto un peculiar aspecto arcaico pero a la vez elegante. Lo realmente inaudito es que la hoja de la espada se conserva perfectamente afilada; el arqueólogo que la descubrió se cortó ligeramente en un dedo y se hizo una prueba para comprobarlo, seccionando una pila de papeles. Asimismo, no tiene rastro de herrumbre, a pesar de que la tumba donde pasó dos milenios y medio estaba inundada. Todo ello se debe a dos razones. Por un lado, a estar guardada dentro de un ajustado estuche de madera lacada que se cierra casi herméticamente.

Por otro, los análisis químicos muestran que está compuesta de una combinación de cobre, estaño, plomo, hierro, azufre y arsénico. En el cuerpo de la hoja predomina el primero, lo que otorga una especial flexibilidad y resistencia a la quiebra, mientras que en el filo hay más estaño para endurecerlo y el azufre, junto con el sulfuro de cobre, previenen la oxidación.

Esas magníficas cualidades no impidieron que en 1994, cuando se iba a trasladar el arma a Singapur para una exposición, un operario golpease accidentalmente el estuche y produjera una grieta de siete milímetros en la espada. Desde entonces, está prohibido sacarla del país y sólo se ha movido para llevarla del Museo del Palacio Nacional de Taipei, donde estaba depositada originalmente, al Provincial de Hubei.

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