viernes, 26 de septiembre de 2008

¡¡Stendek!!: El misterio del avión caído en los Andes

El 2 de agosto de 1947, cuando recién se hablaba de OVNIs en el mundo, un bombardero Lancaster de la segunda guerra reciclado como avión de transporte, desapareció sin dejar rastros con sus once ocupantes sobre la Cordillera de los Andes, en medio de una tormenta de nieve que asolaba la región.
En el libro "El gran enigma de los platillos volantes" (Ed. Pomaire, 1966) el investigador español Antonio Ribera relataba que en la última comunicación por radio entre el avión y el aeropuerto de Santiago de Chile, el piloto ­el capitán James R. Cook- repitió un enigmático vocablo: ¡Stendec! ¡Stendec!.
Esa palabra indescifrable y el hecho de que el avión parecía haberse esfumado en el aire, pese a las intensas búsquedas realizadas, alimentaron un misterio que fue creciendo con el paso de los años y que Ribera documentó en su libro. ¿acaso el bombardero completo había sido abducido por una nave extraterrestre?

El periodista Marcial Nikopol apunta muy bien -aunque con cierto tono escéptico- que "Stendec" (que luego mutó en "Stendek") devino en el solitario vocablo conocido de un eventual diccionario galáctico, al punto que, con los años, fue el nombre que adoptó el Centro de Estudios Interplanetarios (CEI), un organismo ufológico con sede en Barcelona, para su órgano de difusión. Con los años, la revista Stendek, publicada entre 1970 y 1981, se convirtió en una de las mejores del género (http://www.ctv.es/USERS/netcei/STE.htm).
Recién en enero del año 2000, el lento deshielo de un glaciar en el cerro Tupungato (en la frontera Argentina), dejó al descubierto los restos del viejo Lancaster bautizado "Star Dust" (polvo de estrellas), matrícula G-AWH con los cuerpos de sus tripulantes.
¿Y que hay de la expresión "stendek"? Seguramente se trató de una deformación fonética de Star Dust o bien ­como sugiere Nikopol- de stand by (en la jerga aeronáutica = "esperando instrucciones"). Lo que antes era enigma cósmico mostró su faz de tragedia humana. Pero se abrió un nuevo interrogante, según el investigador chileno Juan G. Prado, se supone que el avión transportaba 70 barras de oro de la corona británica. Además de no encontrarse un solo gramo de oro en el lugar del accidente, se comprobó que las billeteras de los tripulantes muertos habían sido vaciadas hace tiempo...
Como reflexión final, recordamos una sabia sentencia que nos dijera el Capitán Daniel Perissé: "siempre, cuando se habla de misterio es que hay ocultamiento de información".

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