El sorprendente hallazgo ha sido realizado por el equipo de Valerie Andrushko, de la Universidad del Conecticut y su colega John Verano, de la Universidad de Tulane (ambas en EEUU), quienes han analizado 411 cráneos procedentes de 11 yacimientos distintos en el país andino.
De ellos, 66 tenían practicados unos perfectos agujeros a través del hueso, que indican que se les practicó una trepanación. Una intervención similar se realiza hoy en día para tratar coágulos sanguíneos o aneurismas, y se conoce como craneotomía.
Los vestigios de que hace miles de años se conocía esta técnica como tratamiento médico ya habían sido apuntados por el antropólogo Verano. "Lo que distingue este nuevo trabajo es que proporciona la evidencia más amplia conocida sobre la teoría de que había un trauma en el cráneo. Además, se incluye el único cráneo conocido en el que el agujero fue taponado de nuevo para enterrar a un individuo, que debía ser de la alta sociedad por las características de la tumba", explica Andrushko a EL MUNDO.
La investigación, publicada en el American Journal of Physical Anthropology, pone de manifiesto que los incas, además de excelentes ingenieros y astrónomos, también eran expertos en el campo de la medicina, frente a quienes pensaban que estas operaciones tenían un sentido ritual. Andrushko reconoce que se quedó "sorprendida por su habilidad y su alta tasa de supervivencia". Se cree que la técnica se practicaba en la zona desde el siglo V que se perfeccionó en los cinco siglos siguientes. También fue habitual en otras civilizaciones, como la egipcia.
Lesiones de guerra
Casi todos los cráneos agujereados pertenecieron a varones jóvenes que, según se supone, fueron lesionados en batallas. Por ello, los investigadores se sorprendieron de encontrar 19 hembras en su muestra. ¿Acaso también iban a la guerra? "De momento, no sabemos la razón, hay que investigar más", reconoce la arqueóloga. Una de las hipótesis apunta que la trepanación también podía usarse para curar la epilepsia o infecciones crónicas en el cráneo.
La técnica de los cirujanos incas era altamente precisa. Primero hacían un raspado circular del hueso en una zona más amplia que la que se iba a afectar. Y luego se practicaba el agujero con unos instrumentos determinados. Casi siempre en la zona central o izquierda, posiblemente porque el contrincante se posicionaba a la derecha.
Entre los cráneos estudiados hay uno que tiene hasta siete agujeros, lo que parece indicar que su caso era complicado, pero que logró sobrevivir varias veces a la compleja intervención. También se sabe que, aunque no tenían anestesia moderna ni antibióticos, sí poseían un gran conocimiento de plantas medicinales.
"La coca era una de estas plantas y también recogían tabaco salvaje que, junto con la cerveza de maíz, les servían para aliviar algo el dolor". Entre los antisépticos naturales menciona la utilización de bálsamos y de los saponinos, unos compuestos vegetales que también reducen el colesterol.
"Lejos de la idea de que unos salvajes agujereaban cráneos para alejar a los demonios, lo cierto es que eran cirujanos muy especializados. Nuestro trabajo revela que las civilizaciones prehistóricas ya lograron innovaciones médicas importantes. Y la mejor prueba de que eran operaciones útiles para un trauma craneal es que se siguen realizando", argumenta la doctora Andrushko.
Curiosamente no hay referencias a las trepanaciones craneales entre las crónicas que hicieron los primeros conquistadores que llegaron a Cuzco, comandados por Francisco Pizarro. La arqueóloga norteamericana comenta, no obstante, que sí han encontrados vestigios etnográficos de que la práctica no acabó totalmente con la llegada de los españoles, aunque sí se habría extinguido con la desaparición del Imperio Inca.
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