domingo, 19 de octubre de 2008

Túneles de gusano para peces

Suponga que usted es un pescador veterano y experimentado que trabaja en las Islas Faroe, ubicadas frente a la costa occidental de Groenlandia. Un día atrapa en sus redes un pez que jamás ha visto. No es cualquier pez: tiene un metro ochenta de largo y setenta kilos de peso. No sólo eso, sino que resulta tener una sabrosa y firme carne blanca. Seguramente se preguntará qué es y de dónde salió. No es el tipo de episodio que un pescador puede ignorar.

No se trata de una historia hipotética. Olaf Sólsker, nuestro pescador del hemisferio norte, capturó hace dos años en el Atlántico norte una merluza negra (Dissotichus eleginoides), un manjar apreciado en todo el mundo, que puede llegar a medir hasta 2,15 m. Estos peces no viven en las aguas nórdicas sino aquí, en el otro extremo del planeta. Hasta ahora jamás se había encontrado un ejemplar más al norte de Uruguay ya que, como es obvio, su nombre implica que pertenece al hábitat costero de las extensas tierras del sur argentino y chileno.

Bien, podría haber llegado nadando. Pero, ya que estos animales no toleran aguas con temperaturas mayores a los 11° C, la presencia en ese lugar del norte era realmente extraña: el animal debería haber muerto al intentar cruzar las cálidas aguas de la zona tropical y ecuatorial. Surgió la inevitable pregunta: ¿Cómo llegó ese pez hasta allí?

Un equipo de biólogos de la Universidad de Copenhague publicó hace poco en la prestigiosa revista Nature la posible explicación. Las teorías actuales proponen el uso de túneles (o "agujeros") de gusano para viajar por el espacio, que nos permitirían saltar las distancias en tiempos mucho menores; algo así como los atajos de las películas de cow-boys. También se hallaron recientemente "autopistas espaciales", que son corredores gravitacionales entre los cuerpos del Sistema Solar por los cuales las naves espaciales se pueden mover con mayor facilidad, ahorrando mucho combustible. No quiero decir que nuestro muchacho acuático haya usado un fenómeno cuántico o gravitatorio para moverse, sino que encontró lo que para él fue una vía inesperada e insospechada de comunicación.

Según el doctor Peter Miller y sus colegas, esta gran merluza habría aprovechado las corrientes profundas de agua fría que fluyen a través del Océano Atlántico en dirección Norte-Sur. Así viajó, como si fuera un habitante de Buenos Aires que se mueve en el Subterráneo (Metro), al hemisferio norte del planeta, cruzando el ecuador sin tocar esas aguas cálidas que no podía soportar. Un lindo recorrido desde su hogar, cercano a la Antártida: nadó diez mil kilómetros, una distancia sorprendente teniendo en cuenta las dificultades climáticas. Vale recordar, de todos modos, que otros predadores de los mares, como el atún, pueden nadar hasta el doble de esa distancia.

Este pez patagónico se escapó así hacia el hemisferio norte, hacia otro mundo, atravesando lo que para él eran inhóspitas regiones, y se hizo famoso. El episodio me hizo acordar de "Barco ebrio" (El Péndulo #11, Buenos Aires, septiembre 1986), un alucinante cuento de Cordwainer Smith en el que un hombre trastornado es capaz de "nadar" desnudo por el espacio, descubriendo lo que luego bautizan como "espacio tres", un medio que produce una revolución en los medios de transporte por el universo. Quizás nosotros encontremos un día nuestro atajo para alcanzar las estrellas...

NOTA: A la especie Dissotichus eleginoides se le dan distintos nombres en el mundo: merluza negra, mero chileno del sur, bacalao austral, bacalao patagónico (traducción directa del nombre en inglés), róbalo austral, austromerluza negra, patagonian toothfish (inglés), légine australe (francés), patagonsky klykach (ruso).


(Ampliado y adaptado por Eduardo J. Carletti de una noticia en Página/12.)


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